Por qué compararse con otros opositores es el peor enemigo de tu preparación

En el exigente mundo de las oposiciones, donde cada punto puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso, existe un hábito silencioso que mina la confianza de incluso los aspirantes más preparados: la tendencia a compararse constantemente con los demás. Este comportamiento, aparentemente inocuo, se convierte en un lastre que frena el progreso personal y oscurece el verdadero objetivo: superar la oposición desde la excelencia individual.

La falacia de la comparación en un proceso personal

Cada opositor emprende un viaje único, determinado por circunstancias irrepetibles. Mientras algunos cuentan con formación académica previa en la materia, otros parten desde cero. Hay quienes pueden dedicar jornadas maratonianas al estudio, mientras que muchos compaginan la preparación con trabajos exigentes o responsabilidades familiares. Estas variables hacen que cualquier comparación sea, cuando menos, injusta.

El ritmo de aprendizaje tampoco es uniforme. Aquel que hojea los apuntes con aparente soltura podría estar sacrificando profundidad por velocidad. Quien repite por tercera vez el mismo temario quizá domine ciertos conceptos, pero arrastre lagunas en otros. La verdadera preparación no se mide en páginas leídas ni en temas marcados como «terminados», sino en la comprensión genuina y la capacidad de aplicar los conocimientos bajo presión.

El coste emocional de medirse con los demás

La comparación sistemática genera un desgaste psicológico difícil de revertir. Surgen entonces pensamientos corrosivos: «Nunca llegaré a su nivel», «Todos avanzan más que yo», «¿Para qué seguir si nunca seré suficiente?». Estas ideas no solo erosionan la motivación, sino que activan un estado de alerta constante que perjudica la concentración y el rendimiento cognitivo.

Las redes sociales y los entornos académicos agravan este fenómeno. Las publicaciones triunfalistas de otros aspirantes -«¡Temario completado en récord tiempo!»- crean espejismos de progreso. Lo que no se ve son las noches en vela, los temas que quedaron sin afianzar o los simulacros fallidos. Comparar la realidad íntima de tu preparación con la imagen pulida que proyectan los demás es un ejercicio de autoflagelación inútil.

Recuperar el foco: estrategias para una preparación auténtica

La solución radica en sustituir la mirada hacia afuera por una introspección productiva. En lugar de preguntarse «¿Cómo voy respecto a los demás?», el interrogante útil es: «¿Qué puedo mejorar hoy?». Llevar un diario de estudio donde registrar no solo lo aprendido, sino también las dificultades superadas, proporciona una perspectiva real del progreso.

Establecer metas personales concretas, como reducir el tiempo en resolver casos prácticos. Cuando la tentación de compararse aparezca, recordar que las plazas no se otorgan por ser mejor que otros, sino por alcanzar el nivel requerido.

La victoria está en la autenticidad

Al final del camino, los tribunales no preguntarán cuántos opositores iban por delante o detrás en la carrera estudiantil. Evaluarán conocimientos, habilidades y temple bajo presión. Quienes logran superar la prueba suelen ser aquellos que entendieron pronto una verdad incómoda: en esta carrera, el único rival que realmente importa vencer es a la versión de uno mismo que aún no domina la materia.

La próxima vez que sientas la urgencia de medirte contra alguien más, detente. Respira. Recuerda por qué empezaste esto. Tu preparación es tuya, exclusiva e intransferible, y su valor radica precisamente en esa singularidad. Las comparaciones no solo son odiosas; en el mundo de las oposiciones, son directamente contraproducentes.

El secreto no está en correr más rápido que los demás, sino en saber exactamente hacia dónde vas.

Y tú, ¿tiendes a compararte?

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